La
historia de nuestro planeta, originado hace unos 4.600 millones de
años, es compleja y larga. Para facilitar su comprensión, se
dividió en diferentes fases en una escala geológica de varios
niveles y con distintos nombres, que geólogos, paleontólogos y
otros científicos utilizan para explicar los sucesos más relevantes
acontecidos a lo largo de tantos años.
En
la actualidad nos encontramos en la Era del Cenozoico, Período
Cuaternario, Época Holoceno. Esta época comenzó hace unos 11.700
años, cuando finalizó el último Período Glacial.
Aunque
ni la Comisión Internacional de Estratigrafía ni la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (ICS e IUGS en sus siglas en
inglés, respectivamente), máximas autoridades en la disciplina lo
han aprobado todavía, en los últimos años se ha extendido cierto
término entre miembros de la comunidad científica e incluso en la
población general con la intención de referirse a la época en la
que el impacto de las actividades humanas en el planeta empieza a
considerarse notable: el Antropoceno.
El
término tal y como lo conocemos hoy fue popularizado en el año 2000
por el químico neerlandés Paul J. Crutzen, quien consideró los
cambios sufridos por la atmósfera de la Tierra como consecuencia de
la actividad humana suficientes para hablar de una nueva época
geológica.
A
día de hoy, el inicio exacto de esta época no ha sido acordado aún,
pero se han realizado numerosas propuestas, destacando las
siguientes:
*Hace
unos 12.000 años, con el desarrollo de la agricultura durante la
Revolución Neolítica.
*En
el último tercio del S.XVIII, con el inicio de la Revolución
Industrial.
*A
mediados del S.XX, en concreto 1945, coincidiendo con la Prueba
Trinity, la primera prueba de un arma nuclear.
Una
característica principal del denominado Antropoceno es la elevada
pérdida de biodiversidad, tan acelerada que ha llegado a
considerarse como una nueva extinción masiva, la sexta en la
historia de la Tierra: La Extinción del Antropoceno o Extinción del
Holoceno. Esto es debido a que el impacto causado por las actividades
humanas ha llevado a una tasa de extinción de especies entre 100 y
1.000 veces superior a la normal, la mayor tasa desde la extinción
de los dinosaurios hace 65 millones de años. Tan alta que algunas
especies se extinguen incluso antes de que nos haya dado tiempo a
descubrirlas.
Aunque
el papel de las actividades humanas está claro en el proceso actual
de pérdida de biodiversidad, existe cierto debate sobre hasta qué
punto influyeron en la extinción de ciertas especies durante la
prehistoria, en algunas de las cuales, se encontró una correlación
con la llegada del ser humano a su hábitat.
Un
estudio publicado en 2018 por una revista científica norteamericana,
PNAS (Proceedings of the National Academy of Science) reveló
que desde los comienzos de la civilización humana, el 83% de los
mamíferos salvajes, el 80% de los mamíferos marinos, el 50% de las
plantas y el 15% de los peces han desaparecido.
Es
una situación desalentadora, pero todavía podemos hacer mucho al
respecto. Y de hecho, en muchos países ya se está haciendo: 189
naciones firmaron en 1992 el Convenio sobre la Diversidad Biológica
(que mencioné en la entrada de mayo sobre la UICN), comprometiéndose
a poner en marcha los denominados “Planes para la biodiversidad”.
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