El Código
Morse es una representación codificada de caracteres mediante
secuencias estandarizadas en dos señales denominadas “punto” y
“raya”. Un método ingenioso que, aunque podría parecer
sencillo, marcó un antes y un después en la historia de la
telecomunicación o comunicación a largas distancias.
El
nombre por el que se lo conoce viene de su creador: el artista e
inventor estadounidense Samuel Morse. Durante una conversación con
el científico también estadounidense Charles Thomas Jackson en
1832, Morse fue testigo de la capacidad de un electroimán para
generar una fuerza magnética a partir de una corriente eléctrica,
simplemente apagando y encendiendo dicho electroimán, lo que lo
motivó en la creación de un dispositivo que terminaría recibiendo
el nombre de “telégrafo eléctrico”.
A
partir de aquella experiencia, Morse se centró en la idea de enviar
un mensaje por cable abriendo y cerrando un circuito eléctrico. Para
ello, unió un interruptor a su circuito y en el otro extremo situó
un electroimán en el receptor. Al cerrar el interruptor, se enviaría
un impulso eléctrico al electroimán del receptor, lo que llevaría
a un punzón a escribir sobre un papel, el cual se iría
desenrrollando por sí solo. La longitud del fragmento escrito
correspondería al tiempo que el interruptor había estado cerrado.
Así, Morse había inventado una máquina capaz de enviar una señal
eléctrica casi al instante a través de un cable. En otras palabras,
un dispositivo que sería capaz de transmitir información en forma
de señales codificadas a través de cables: el telégrafo eléctrico,
y que perfeccionaría en los años siguientes con ayuda del
maquinista e inventor estadounidense Alfred Vail.
Pero
incluso completado su diseño del telégrafo, Morse necesitaba
encontrar un código que pudiera relacionar su invento con las letras
del alfabeto y permitir así la comunicación. Tras un tiempo de
reflexión, desarrolló con ayuda de Vail un sistema de puntos y
rayas que hoy conocemos como “el Código Morse”, que fue mostrado
al público por primera vez en 1833 y que llevó a la construcción
de una red de cables eléctricos que en cuestión de décadas se
extendió por los cinco continentes.
Sin
embargo, la aplicabilidad del Código Morse no se limitaba al
telégrafo eléctrico, sino que también podría utilizarse en
comunicación mediante luz o sonido, especialmente en el caso de
personas especialmente familiarizadas con el Código. La señal de
socorro más habitual, reconocida internacionalmente, es SOS: 3
puntos, 3 rayas, 3 puntos.
Aunque
su primera versión (“American Morse Code”) se diseñó
pensando en las 26 letras de la lengua inglesa desde la “A” a la
“Z”, posteriormente se crearon códigos para otros idiomas con
alfabetos diferentes como el chino, el coreano o el ruso.
El
“International Morse Code”, que utilizamos hoy en día,
deriva de la reforma del código propuesta por el pionero de la
telegrafía alemán Friedrich Clemens Gerke a mediados del S.XIX e
incluye, además de las 26 letras originales, algunas letras no
anglosajonas, 10 dígitos (del “1” al “9 “y el “0”) y un
conjunto de signos de puntuación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario