El 26 de
abril de 1986, la explosión de un reactor nuclear de la Central
Vladimir llich Lenin, en las proximidades de una ciudad soviética de
nombre Prípiat (actualmente Ucrania) desembocó en el más grave de los
accidentes nucleares en nuestra historia. Hoy, es mundialmente
conocido “el Accidente de Chernobyl”, que se estima liberó unas
doscientas veces más material radioactivo que las bombas atómicas
detonadas en Hiroshima y Nagasaki combinadas.
Como
resultado de este accidente se estableció la “Zona de Exclusión”
en un radio inicialmente de 30 km alrededor de la central, la zona de
mayor radioactividad, por la seguridad de la población y para evitar
la propagación de materiales contaminados. Posteriormente, la
superficie de esta zona llegó a ampliarse hasta los 2.600 km².
Aunque
en los años siguientes al accidente muchas especies de la flora y
fauna local murieron, hoy la naturaleza parece haberse recuperado al
menos en parte con el retorno de ciertos animales como lobos,
jabalíes y osos y algunas plantas que han conseguido adaptarse a los
altos niveles de radiación, constituyéndose de esta forma uno de
los denominados “parques involuntarios”.
El
concepto de “parque involuntario” fue introducido por el
ecologista y escritor de ciencia ficción Bruce Sterling, quien los
describe como áreas previamente habitadas que por razones
ambientales, políticas o económicas han perdido su valor para los
seres humanos y han sido abandonadas, lo que ha permitido a
la naturaleza recuperar el territorio. Actualmente, el término se
emplea para cualquier zona anteriormente poblada por seres humanos que
ha sido abandonada, independientemente de la razón. Ejemplos de estos “parques involuntarios”, se encuentran en las Islas
Montebello (Australia), Times Beach (Estados Unidos) o las Islas
Zhoushan (China).
No
obstante, en el caso de Chernobyl todavía quedan muchos estudios por
realizar para comprender totalmente los efectos de la radioactividad
en la flora y en la fauna de la región, que a largo plazo podrían
ser muy distintos a los ocasionados en el ser humano. Aunque estos
efectos serán indudablemente negativos, podría deducirse que en
ciertos casos y a primera vista parecen menos dañinos para su
supervivencia que el impacto de la actividad humana anterior al
desastre.
En
cuanto a nosotros, las autoridades ucranianas afirman que para que la
vida humana vuelva a ser totalmente segura en la Zona de Exclusión
de Chernobyl habrá que esperar más de 24.000 años, aunque para
aquellos que tengan interés existen agencias de turismo que
organizan visitas guiadas en la región.
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