En
palabras de Stephen Hawking, detractor de los viajes al pasado: “El viaje en el tiempo está conectado
al viaje más rápido que la luz. Si puedes hacer una cosa, puedes
hacer la otra”.
Dada
la imposibilidad de superar la velocidad de la luz, hay quienes
plantean una alternativa en su lugar: “adelantarla”, es decir,
llegar al destino antes que la luz, pero viajando a velocidades
menores a la de la misma, por medio de atajos en el espacio-tiempo.
La
teoría de la relatividad general, publicada en 1915 por Einstein,
demostró la curvatura del espacio y del tiempo, o mejor dicho el
espacio-tiempo, lo que significa que la presencia de una gran masa da
lugar a una deformación o distorsión en la gravedad. En el caso del
Sol, por ejemplo, el astro deforma el espacio-tiempo a su alrededor,
configurando las órbitas de los planetas que giran alrededor de él.
Para explicar esto, se suele utilizar el símil de una cama elástica
en cuyo centro se sitúa una gran piedra (la cual representaría al
Sol) que provoca un hundimiento en el centro de la cama y atrae hacia
si cualquier bola que situemos en la cama (que serían los planetas
del Sistema Solar, moviéndose a la velocidad suficiente para no
“caer” en el Sol).
No obstante, los efectos en la gravedad en
este caso no son importantes en comparación con los derivados de
objetos de masa muy superior a la solar, como son los agujeros negros, cuyos campos gravitatorios producen efectos, deformaciones
inmensamente mayores en sus proximidades.
En
las últimas décadas se han realizado varias propuestas para viajar
al pasado por medio de una deformación en el espacio-tiempo, como
los cilindros de Frank Tripler (unas hipotéticas estructuras
compuestas por materia o energía en rotación a gran velocidad, lo
que crearía una distorsión en el espacio-tiempo) en 1974 o las
cuerdas cósmicas de Richard Gott (unos hipotéticos filamentos de
energía pura e inimaginablemente masivos que podrían haberse
formado en el Big Bang, alrededor de los cuales se daría de nuevo
una distorsión del espacio-tiempo) en 1990, pero sin duda la más
aceptada hoy en día, que no exenta de dificultades, serían los
conocidos como “agujeros de gusano”.
Los
denominados “agujeros de gusano”, en caso de existir, se habrían
originado a partir del encuentro de dos singularidades o agujeros
negros. Si representamos el universo doblado como si fuera una hoja
de papel, dicho túnel conectaría dos puntos (uno en la parte
superior del “papel” y otro en la parte “inferior”) a través
de una distancia mucho menor a la que habría que completar en el
caso de limitarse a seguir la superficie del papel. La teoría de la
relatividad general predijo su existencia, siendo descubiertos
teóricamente por el físico Ludwig Flamm en 1916 y estudiados por
Einstein y Nathan Rosen (de ahí que también se llamen “puentes de
Einstein-Rosen”) en 1935.
No
obstante, aunque parezcan prometedores los agujeros de gusano serían
inestables: a principios de los años sesenta, John Weeler y Robert
Fuller demostraron que desaparecerían tan rápidamente que ni
siquiera un rayo de luz tendría tiempo de atraversarlos. El agujero,
rápida e inevitablemente, se contraería hasta romper la unión de
las dos singularidades y finalmente desaparecer.
Sin
embargo, a finales de los ochenta el físico Kip Thorne publicó
junto a unos alumnos una serie de artículos sobre agujeros de gusano
“transitables”, en los cuales describieron una idea para mantener
abiertos estos túneles reuniendo una elevada cantidad de la
denominada “materia exótica” (cierto tipo de materia con energía
negativa) e incorporándola al mismo, lo que en teoría produciría
una fuerza de antigravedad que empujaría hacia fuera y evitaría que
el túnel colapsara. Por el momento solo es una hipótesis, ya que
hasta la fecha nadie ha podido observar uno de estos agujeros ni
demostrar que la propuesta de Thorne y sus estudiantes sea viable.
En
definitiva, con respecto a los viajes en el tiempo hacia el pasado,
incluso aunque alguna de las ideas propuestas fuera demostrada como
válida, ésta se encontraría tan alejada de nuestros conocimientos
científicos y capacidades tecnológicas que en la actualidad son
mayoritariamente considerados simple y llana especulación. Pero
quién sabe.
Desde
mi punto de vista, si pensamos en todos los logros científicos y
tecnológicos que se han alcanzado desde los albores de la humanidad,
no digamos en el último siglo, muchos de ellos parecerían
imposibles hasta que alguien con suficiente imaginación y siguiendo
“teorías locas” como las propuestas para los viajes en el tiempo
los hizo realidad. Al fin y al cabo, como en cierta ocasión dijo el
famoso científico y escritor británico Arthur C. Clarke “La magia es ciencia
que todavía no comprendemos”.