domingo, 29 de noviembre de 2020

¿Es posible viajar en el tiempo? (II)


En palabras de Stephen Hawking, detractor de los viajes al pasado: “El viaje en el tiempo está conectado al viaje más rápido que la luz. Si puedes hacer una cosa, puedes hacer la otra”.

Dada la imposibilidad de superar la velocidad de la luz, hay quienes plantean una alternativa en su lugar: “adelantarla”, es decir, llegar al destino antes que la luz, pero viajando a velocidades menores a la de la misma, por medio de atajos en el espacio-tiempo.

La teoría de la relatividad general, publicada en 1915 por Einstein, demostró la curvatura del espacio y del tiempo, o mejor dicho el espacio-tiempo, lo que significa que la presencia de una gran masa da lugar a una deformación o distorsión en la gravedad. En el caso del Sol, por ejemplo, el astro deforma el espacio-tiempo a su alrededor, configurando las órbitas de los planetas que giran alrededor de él. Para explicar esto, se suele utilizar el símil de una cama elástica en cuyo centro se sitúa una gran piedra (la cual representaría al Sol) que provoca un hundimiento en el centro de la cama y atrae hacia si cualquier bola que situemos en la cama (que serían los planetas del Sistema Solar, moviéndose a la velocidad suficiente para no “caer” en el Sol). 

No obstante, los efectos en la gravedad en este caso no son importantes en comparación con los derivados de objetos de masa muy superior a la solar, como son los agujeros negros, cuyos campos gravitatorios producen efectos, deformaciones inmensamente mayores en sus proximidades.

En las últimas décadas se han realizado varias propuestas para viajar al pasado por medio de una deformación en el espacio-tiempo, como los cilindros de Frank Tripler (unas hipotéticas estructuras compuestas por materia o energía en rotación a gran velocidad, lo que crearía una distorsión en el espacio-tiempo) en 1974 o las cuerdas cósmicas de Richard Gott (unos hipotéticos filamentos de energía pura e inimaginablemente masivos que podrían haberse formado en el Big Bang, alrededor de los cuales se daría de nuevo una distorsión del espacio-tiempo) en 1990, pero sin duda la más aceptada hoy en día, que no exenta de dificultades, serían los conocidos como “agujeros de gusano”.

Los denominados “agujeros de gusano”, en caso de existir, se habrían originado a partir del encuentro de dos singularidades o agujeros negros. Si representamos el universo doblado como si fuera una hoja de papel, dicho túnel conectaría dos puntos (uno en la parte superior del “papel” y otro en la parte “inferior”) a través de una distancia mucho menor a la que habría que completar en el caso de limitarse a seguir la superficie del papel. La teoría de la relatividad general predijo su existencia, siendo descubiertos teóricamente por el físico Ludwig Flamm en 1916 y estudiados por Einstein y Nathan Rosen (de ahí que también se llamen “puentes de Einstein-Rosen”) en 1935.



No obstante, aunque parezcan prometedores los agujeros de gusano serían inestables: a principios de los años sesenta, John Weeler y Robert Fuller demostraron que desaparecerían tan rápidamente que ni siquiera un rayo de luz tendría tiempo de atraversarlos. El agujero, rápida e inevitablemente, se contraería hasta romper la unión de las dos singularidades y finalmente desaparecer.

Sin embargo, a finales de los ochenta el físico Kip Thorne publicó junto a unos alumnos una serie de artículos sobre agujeros de gusano “transitables”, en los cuales describieron una idea para mantener abiertos estos túneles reuniendo una elevada cantidad de la denominada “materia exótica” (cierto tipo de materia con energía negativa) e incorporándola al mismo, lo que en teoría produciría una fuerza de antigravedad que empujaría hacia fuera y evitaría que el túnel colapsara. Por el momento solo es una hipótesis, ya que hasta la fecha nadie ha podido observar uno de estos agujeros ni demostrar que la propuesta de Thorne y sus estudiantes sea viable.

En definitiva, con respecto a los viajes en el tiempo hacia el pasado, incluso aunque alguna de las ideas propuestas fuera demostrada como válida, ésta se encontraría tan alejada de nuestros conocimientos científicos y capacidades tecnológicas que en la actualidad son mayoritariamente considerados simple y llana especulación. Pero quién sabe.

Desde mi punto de vista, si pensamos en todos los logros científicos y tecnológicos que se han alcanzado desde los albores de la humanidad, no digamos en el último siglo, muchos de ellos parecerían imposibles hasta que alguien con suficiente imaginación y siguiendo “teorías locas” como las propuestas para los viajes en el tiempo los hizo realidad. Al fin y al cabo, como en cierta ocasión dijo el famoso científico y escritor británico Arthur C. Clarke “La magia es ciencia que todavía no comprendemos”.


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