domingo, 18 de octubre de 2020

El grafeno

El grafeno, sustancia compuesta por carbono puro cuyos átomos se disponen en forma hexagonal, es un alótropo del mismo, lo cual quiere decir que se trata de una molécula de un mismo elemento que puede presentar diferentes estructuras, dando lugar a las denominadas variedades alotrópicas como el grafeno, el grafito o el diamante en el caso del carbono. Otros alótropos conocidos son el oxígeno atmosférico y el ozono (del oxígeno) o el fósforo rojo y el fósforo blanco (del fósforo).

El grafito fue acuñado a finales del S.XVIII por el minerólogo alemán Abraham Gottlob, a partir del vocablo griego “graphein”, que significa escribir, debido a su uso generalizado en la fabricación de lápices. Cambiando “ito” por “eno”, la terminación correspondiente para los enlaces dobles de carbono que unen los átomos del grafeno, se obtuvo el término utilizado para referirse al mismo.

El grafeno se observó por primera vez en un microscopio electrónico en 1962, no siendo aislado y caracterizado hasta 2004 en la Universidad de Manchester por los físicos Andre Geim y Konstantin Novoselov, quienes a raíz de ello recibieron el Premio Nobel de Física en 2010.

El grafeno es transparente, muy flexible y elástico, además de duro y resistente: una lámina de grafeno de un átomo de espesor es 200 veces más resistente que una lámina de acero del mismo espesor. Su ligereza es también sorprendente: es 5 veces mayor que una de aluminio. El grafeno presenta además una alta conductividad térmica (capacidad de los materiales para conducir el calor) y eléctrica (capacidad para dejar pasar la corriente eléctrica), impermeabilidad, autorreparabilidad (ante la pérdida de átomos, aquellos cercanos al hueco interactuan con los vecinos, reduciendo el tamaño de dicho hueco) e incluso propiedades bactericidas (es capaz de inhibir el crecimiento de microorganismos como los virus, bacterias y hongos).

Las propiedades anteriores, entre otras muchas, le confieren al grafeno un diverso abanico de interesantes aplicaciones que un futuro podrían revolucionar el ámbito tecnológico: ordenadores, móviles, satélites, automóviles…

No obstante, la dificultad de su elaboración en calidad y cantidad suficientes, así como ciertas incógnitas en sus efectos sobre los seres vivos en altas concentraciones, hacen inviable por el momento alcanzar dichas aplicaciones.


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