miércoles, 25 de septiembre de 2019

Los fagos en la lucha contra la resistencia bacteriana a los antibióticos


La resistencia bacteriana a los antibióticos, como hablamos en la entrada de abril, es una de las mayores problemáticas a las que se enfrenta la sociedad actual. La investigación y la concienciación son consideradas herramientas clave en su mitigación, pero recientemente hay quienes consideran la posibilidad de recurrir a los “fagos” o “virus devoradores de bacterias” para acabar con las bacterias resistentes.

El origen de esta idea no es reciente. Se remonta a principios del S.XX, época previa al descubrimiento de los antibióticos en la que las compañías farmacéuticas vendían preparados compuestos por virus para tratar afecciones bacterianas. El médico canadiense Felix d’Herelle los denominó “bacteriófagos” (literalmente, “devoradores de bacterias”) y los utilizó para desarrollar una serie de medicamentos virales.

No obstante, la llegada de los primeros antibióticos, cuya producción era mucho más sencilla y eficaz, llevó al abandono de los fagos.

Casi cien años más tarde, en la actualidad, la adaptación de las bacterias a numerosos antibióticos ha llevado a muchos a pensar en retomar la utilización de aquellos fagos, que tan útiles se consideraron en su momento, para tratar infecciones resistentes a los mismos. Su modo de actuación en principio es sencillo: localizan la infección y la destruyen inyectando su ADN en el interior de las bacterias, donde se reproducen y acaban provocando su rotura.

Se trata, no obstante, de tratamientos muy específicos, ya que cada virus infecta a bacterias de cepas concretas, lo cual supone al mismo tiempo el inconveniente de encontrar el “fago” adecuado (que requeriría su aislamiento y un complejo análisis entre las que podrían ser miles de opciones iniciales) y la ventaja de dificultar el desarrollo de resistencias por parte de las bacterias. Otra ventaja con la que cuentan los fagos es la facilidad de su modificación por medio de ingeniería genética debido a su sencillo genoma, lo que permitiría mejorar su acción antibacteriana.

Sabiendo esto y a pesar de los riesgos y de la división de opiniones con respecto a su auténtica eficacia, muchos piden la aprobación de este tratamiento por parte de las agencias reguladoras para enfrentarse a infecciones que no presenten otra solución, como son las causadas por bacterias resistentes a los antibióticos.

En cualquier caso, será un proceso lento y complejo, especialmente mientras las compañías farmacéuticas sigan encontrando una mayor rentabilidad en la producción tradicional de antibióticos.

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