El ADN o
ácido desoxirribonucleico es un ácido nucleico con las
instrucciones genéticas necesarias en el desarrollo y funcionamiento
de los organismos vivos y algunos virus. Se trata de un polímero
(macromolécula formada por unidades más simples denominadas
monómeros) de nucleótidos, cada uno de los cuales se encuentra a su
vez formado por un glúcido (la desoxirribosa), una base nitrogenada
(que puede ser adenina, timina, citosina o guanina: A, T, C o G,
respectivamente) y un grupo fosfato. La disposición de las bases,
que se sitúan A-T y G-C, codifica la información genética.
Los
genes contienen el ADN y un cambio en uno o varios genes debido a una
mutación (que podría ser tan simple como el cambio de una base por
otra que no debería estar allí) podría desembocar en una
enfermedad genética.
Recientemente
se han producido avances que podrían permitir corregir mutaciones
puntuales y en teoría, curar ciertas enfermedades genéticas que
afectan a millones de personas en todo el mundo simplemente
“reescribiendo” el ADN. Hablamos de la edición de bases, que tiene
su origen en un mecanismo que las bacterias desarrollaron hace tres
mil millones de años para combatir las infecciones virales, conocido
en la actualidad como “CRISPR”.
CRISPR
se fundamenta en la acción de una proteína que ejerce de “tijeras
moleculares”, llamada así porque cuenta con la capacidad de
“cortar” el ADN. Estas tijeras pueden ser programadas para
buscar, unirse a y cortar una secuencia específica del ADN.
No
obstante, en la mayoría de mutaciones puntuales la simple acción de
cortar una secuencia no conllevaría mejora alguna, ya que la función
alterada por dicha mutuación debería ser restaurada.
Durante
una charla TED, el químico David R. Liu habló sobre la máquina
molecular que desarrolló en 2016 junto a algunos de sus estudiantes,
que no existe en la naturaleza y que llamaron “editor de bases”,
la cual mediante los mecanismos programables de búsqueda de las
tijeras CRISPR convierte directamente unas bases (letras) en otras en
lugar de cortar el ADN: en concreto es capaz de transformar la “C”
en “T” y la “G” en “A” y con ello de enfrentarse a un 14%
de las aproximadamente 35.000 mutaciones puntuales conocidas.
Para
atajar otros cambios (“A” en “G” y “T” en “C”) había
que crear una nueva clase de editor de bases, que en teoría podría
curar casi la mitad de dichas mutaciones. Aunque la inexistencia de
una proteína capaz de hacerlo dificultó la situación, se terminó
creando y con ella el segundo editor de bases, con el mismo mecanismo
que el primero, en 2017.
Hoy,
los editores de bases se han popularizado en todo el globo en el
campo de la investigación biomédica, con miles de pedidos y cientos de artículos científicos. Aunque siendo
su invención tan reciente todavía no se han probado en ensayos clínicos en
humanos, los resultados en animales en casos de afecciones como la
distrofia muscular, cierta clase de sordera congénita o un
determinado tipo de enfermedad cardiovascular son prometedores en
cuanto a su aplicación en seres humanos en un futuro próximo.
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