Hoy en
día es ampliamente sabido que el cambio climático tiene efectos
negativos en los diferentes ecosistemas naturales del planeta, cuyas
especies desaparecen a un ritmo similar al de la última Extinción Masiva, que hace 65 millones de años acabó con los dinosaurios.
Pero hay ciertas zonas que destacan sobre las demás por su alta
concentración de biodiversidad: los “puntos calientes” o
“hotspots” de biodiversidad en su denominación original, áreas
biogeográficas con elevados niveles de biodiversidad que se
encuentran amenazadas.
El
término fue introducido a finales del S.XX por el ecologista
británico Norman Myers, quien estableció los dos criterios que
debían cumplir: tenían que contener al menos 1500 especies de
plantas vasculares endémicas (es decir, que no se encuentren en
ningún otro lugar del mundo) y haber perdido como mínimo un 70% de
su vegetación primaria, lo que hasta el día de hoy ha llevado a
considerar 36 regiones en América, Europa, África, Asia y Oceanía,
entre ellas:
*América:
la Provincia Floral de California, las Islas del mar Caribe y los
Andes Tropicales.
*Europa:
la Cuenca del Mediterráneo.
*África:
los Bosques Costeros del Este de África, la Región Floral del Cabo
y Madagascar y las Islas Mascareñas.
*Asia:
las Montañas de Asia Central y el Himalaya del Este.
*Oceanía:
los Bosques Templados del Este de Australia y Nueva Zelanda.
Los
“hotspots” de biodiversidad albergan el 60% de las especies de
plantas, aves, mamíferos, anfibios y reptiles a escala global
ocupando tan solo un 2,4% de la superficie del planeta, lo que los
convierte en un elemento clave en la protección y conservación de
la naturaleza, directamente ligada con la supervivencia del ser
humano.
Existen
varias organizaciones involucradas en la protección y conservación
de estas zonas, como son la “World Wide Fund for Nature” (cuya
iniciativa “Global 200 Ecoregions”, presente en todos los
“hotspots” prioriza ciertas áreas en éstos) o la “Alliance for Zero Extinction” (compuesta por organizaciones científicas y
grupos de conservación, centran su trabajo en las especies endémicas
más amenazadas).
Sin
embargo, hay quienes critican la atención que se está concediendo a
estos “hotspots”, los cuales podrían no tener en cuenta
diferentes clases de riqueza de especies o zonas que, contando con
una elevada biodiversidad, presentan unas dimensiones más pequeñas.
En
cualquier caso, numerosos estudios destacan el papel de estas regiones
más allá de la identificación de las zonas con mayor concentración
de biodiversidad, centrándose en su priorización con respecto a los
gastos de conservación a nivel internacional.
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