Los
antibióticos son fármacos utilizados en el tratamiento de
infecciones bacterianas, aunque estrictamente se considera antibiótico cualquier sustancia secretada por un microorganismo que tiene el
potencial de afectar a otro microorganismo. Alexander Fleming
observó en 1928 el primero de ellos, la penicilina, procedente del hongo Penicillium notatum.
Esto
supuso un avance revolucionario en la medicina, pero sólo unos años
después del inicio de su comercialización, aparecieron las primeras
resistencias.
Las
resistencias a los efectos de los antibióticos se dan por selección
natural: aquellas bacterias que presentan una mutación beneficiosa
frente a su acción transmitirán su material genético a la
descendencia. Sin embargo, el uso que hemos hecho de ellos ha
acelerado el proceso.
Esto
se pone de manifiesto con la automedicación: medicarse sin seguir
las indicaciones de un médico conlleva errores como es su consumo
frente a una infección vírica o el incumplimiento de las dosis.
Ambas acciones favorecen la aparición de resistencias.
Entre
las principales bacterias resistentes en la actualidad se encuentran Staphylococcus
aureus (responsable de infecciones cutáneas y enfermedades como la
sepsis o a la neumonía), Enterococcus faecium (causante de la
meningitis o la endocarditis neonatal) o Streptococcus pneumoniae
(origen de la sinusitis y la artritis).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que para el año 2050, la
resistencia a los antibióticos será la mayor causa de muerte en el
mundo. Frenar este predicción requerirá la concienciación de la
población y la producción de nuevos antibióticos.
Small World Initiative (SWI) es un programa que fue creado en la Universidad de
Yale (Estados Unidos) en 2012 para concienciar a la sociedad sobre
esta problemática y motivar el estudio de carreras científicas en
jóvenes estudiantes.
El
programa se encuentra hoy en catorce países incluyendo España,
donde en 2017 surgieron la red SWI@Spain y el grupo SWI@Val.