Si hay
algo común a todas las imágenes tomadas del universo es la
extraordinaria belleza de sus colores. ¿Pero te has preguntado
alguna vez si estos colores son o no “reales”, es decir, si los
veríamos de la misma forma en directo con nuestro propios ojos o si
han sido modificados para que los veamos así cuando observamos una
fotografía, por ejemplo, de una nebulosa o de una galaxia?
Respondiendo
a la pregunta, los colores son efectivamente reales, pero hay cierta
complejidad en ello. Curiosamente, las cámaras que se utilizan para
fotografiar el universo funcionan en escala de grises, lo que les
confiere una sensibilidad mucho mayor a la de las cámaras en color a
las que en la actualidad estamos acostumbrados en nuestra vida
diaria.
Los
astrónomos utilizan filtros de diferentes colores para captar una
parte concreta de la luz que nos llega de los cuerpos celestes, de
manera que codificando distintas tomas con varios colores, obtenemos
una imagen como la mostrada a continuación, en la que se observa una
región que albergó la formación de una nueva estrella en la
constelación “Cygnus”, tomada por el Telescopio Espacial Hubble
en 2011.
No
obstante, también existe la posibilidad de recurrir a radiaciones
que nuestros ojos no tienen capacidad de ver, como la luz
ultravioleta o la infrarroja, lo que da lugar a imágenes como la
siguiente, tomada en 2012 por el Telescopio Galaxy Evolution Explorer
mediante luz ultravioleta, que jamás podríamos ver de forma
natural. En ella se muestra el conocido como “Bucle de Cygnus”,
en la misma constelación de la primera imagen, una nebulosa formada
por los restos de una supernova (es decir, la explosión de una
estrella).
Aunque
parezca algo de importancia meramente estética, lo cierto es que los
colores son de gran ayuda para los astrónomos en el estudio de las
propiedades físicas y químicas de diferentes cuerpos como
estrellas, nebulosas o galaxias a través de la utilización de
filtros específicos que dejan pasar únicamente la luz emitida por un
elemento químico en concreto como el oxígeno, el hidrógeno o el
azufre. De esta forma, los astrónomos son capaces de distinguir, por
ejemplo, las estrellas jóvenes de las viejas, o las galaxias con
mayor número de unas o de otras.
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