El sudoku (del japonés “su”, que quiere decir “número” y “doku”, que significa “único”) es hoy en día uno de los pasatiempos más conocidos a nivel mundial. Se trata de un juego de lógica constituido por una cuadrícula de 9x9 celdas (81 en total) que hay completar con números del 1 al 9, de forma que ningún número se repita en una misma fila, columna o subcuadrícula de 3x3, a partir de unas cifras iniciales que sirven de pista. Sus reglas son así de sencillas, lo que no evita que existan numerosos niveles de dificultad, desde los más fáciles hasta aquellos que plantearían un auténtico reto a los mayores aficionados y expertos. Cada sudoku se caracteriza por tener una única solución.
Aunque el sudoku no se popularizó hasta mediados de los años 2000, su origen se sitúa en la segunda mitad del S.XVIII en los “cuadrados latinos” ideados por el matemático suizo Leonhard Euler. Un cuadrado latino es una matriz de “n” x “n” elementos (que Euler decidió que fueran símbolos latinos, de ahí su nombre) en el que cada casilla está ocupada por uno de esos “n” elementos, de manera que cada uno de ellos aparece solo una vez en cada fila y en cada columna.
A finales de los años setenta del S.XX, la compañía norteamericana Dell Puzzles Magazines se fijó en el potencial de estos cuadrados como entretenimiento y decidió empezar a publicarlos tomando para “n” el valor de “9”, con una pequeña diferencia con respecto a los cuadrados de Euler: la cuadrícula sería dividida en nueve bloques con nueve celdas cada uno, en los cuales los números, que abarcarían desde el 1 hasta el 9, tampoco se podrían repetir. El nuevo pasatiempo recibió el nombre “Number place” (traducido: “el lugar del número”).
En los años siguientes su éxito desembocó en un importante aumento de las publicaciones, algunas incluso dedicadas exclusivamente al pasatiempo. En los ochenta llegó a Japón, donde tuvo una gran acogida y recibió el nombre por el que es más conocido hoy en día: “sudoku”.
Aunque el interés decayó durante algunos años, la casualidad quiso que un juez neozelandés, Wayne Gould, se cruzara con un libro de sudokus en una librería de Tokio. Quedó tan fascinado con el pasatiempo que decidió pasar los años siguientes tratando de crear un programa informático que fuera capaz de generarlos. Tras una exitosa publicación en un periódico local, su mujer Gaye, profesora de Lingüística, propuso en un viaje a Londres la entrega de varios sudokus al periódico británico The Times. Su gran recepción significó el pistoletazo de salida para un juego que en pocos años se extendería por todo el mundo.
Con el paso de los años, la popularidad del pasatiempo llevó a la creación de una gran variedad de juegos similares, como son el “sudoku killer”, el “sudoku roku”, el “super sudoku” o el “sudoku samurai”, de concepto idéntico pero con algunas diferencias y que pueden encontrarse fácilmente en innumerables periódicos, revistas, libros y aplicaciones o páginas web.
Reflexionando sobre el éxito del sudoku, muchos opinan que es debido a su gran accesibilidad: no requiere conocer ningún idioma ni poseer grandes habilidades matemáticas, ya que su dificultad abarca un amplio abanico de posibilidades desde los juegos más sencillos a los más exigentes. Es apto para cualquiera a quien le apetezca pasar un buen rato.
Los sudokus han sido también recomendados por expertos debido a sus beneficios en la salud mental, ya que se piensa que su realización ayuda a estimular la mente, agilizar el pensamiento y mejorar la memoria.
Personalmente me considero un gran fan del juego, que llevo practicando con asiduidad desde que era un adolescente, precisamente en los años en los que se popularizó, a mediados de los 2000. Desde entonces habré completado cientos de ellos, siendo hasta la fecha un elemento indispensable en mi tiempo libre.