La Galaxia de Andrómeda, también llamada “M31” o “NGC 224”, es ampliamente conocida como una de las “galaxias vecinas” de la Vía Láctea, una de las que conforman el denominado “Grupo Local”. De hecho, durante la mayor parte de la historia de la astronomía fue considerada como una parte más de la Vía Láctea, hasta que el famoso astrónomo estadounidense Edwin Hubble demostró en los años veinte del pasado siglo que es una galaxia independiente.
En concreto, se trata de una galaxia espiral, como la nuestra, con una masa parecida, 2 x10^42 kilogramos, aunque con más estrellas: se estiman aproximadamente 1 billón frente a las 140-400 mil millones de la Vía Láctea. Se encuentra a unos 2,5 millones de años luz de nosotros y su diámetro es similar al de la Vía Láctea: unos 200.000 años luz.
Su primera observación registrada data del año 964 d.C y fue realizada por el astrónomo persa Abd al-rahman al-Sufi, quien lo reflejó en su obra “El libro de las estrellas fijas”. Las primeras fotografías fueron tomadas en 1887 por el ingeniero galés Isaac Roberts.
La Galaxia de Andrómeda es famosa por muchos motivos. Tiene el título de ser el más lejano de los grandes cuerpos celestes observables a simple vista (en concreto, en la constelación del mismo nombre, tomándose como referencia normalmente las constelaciones Casiopea y Pegaso) y se aproxima a la Vía Láctea a una velocidad de 300 kilómetros por segundo, lo que según indican los expertos, llevará a una inevitable colisión que unirá ambas en una única gran galaxia elíptica. No obstante, no es algo que deba preocuparnos, ya que esto no sucederá hasta dentro de varios miles de millones de años.
Debido a su proximidad, la Galaxia de Andrómeda ha sido y es objeto de numerosos estudios sobre los procesos de formación de galaxias, su composición y su comportamiento.
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