Stephanie
Kwolek nació en New Kensington (Pennsylvania) en 1923. Procedente de una familia de inmigrantes polacos, se graduó en
Química en Margaret Morrison Carnegie College en 1946 con la
intención de encontrar un trabajo y ahorrar para estudiar medicina,
que era su verdadero objetivo.
Kwolek
consiguió su primer trabajo en la empresa DuPont, donde encontró en
la química polimérica su nuevo gran interés. Desarrolló sus
labores mayoritariamente en el laboratorio de investigación de
fibras textiles, donde trató de encontrar nuevos materiales que
fueran capaces de resistir frente a condiciones extremas.
En 1965, Kwolek realizó el que se considera como uno de sus
mayores descubrimientos: experimentando con nuevos polímeros, obtuvo
una solución opaca y fluida que, aunque en un principio se
consideraba defectuosa, un día decidió llevar a un técnico para
que la hilara por medio de una máquina. Así, obtuvo como resultado
una fibra ligera y mucho más resistente que el acero: el “Kevlar”
(de nombre científico “poliparafenileno tereftalamida”), un
polímero cuya estructura le proporcionaba una dureza y resistencia
sin precedentes que además se veían incrementadas con un aumento de
temperatura.
En
1972, la empresa inició la comercialización de este material, que
le valió a Kwolek su inclusión en el National Inventors Hall of Fame en 1994
y la obtención de varios premios como la Lavoisier Medal en 1995, la
National Medal of Technology en 1996 y la Perkin Medal de la American
Chemical Society en 1997. Se jubiló en 1986.
A
lo largo de toda su carrera, Kwolek destacó por su insistencia en la
importancia de tratar de obtener beneficio en todo lo posible hasta
de lo considerado como un error, o dicho en otras palabras: no
rendirse jamás. Además, dedicó grandes esfuerzos al acercamiento
de la juventud a la ciencia, especialmente entre las mujeres. Murió
en 2014.
En
la actualidad, casi medio siglo después de su comercialización, el
Kevlar ha encontrado más de doscientas aplicaciones entre las que se
incluyen la fabricación de numerosas piezas aeroespaciales, material
deportivo o de construcción, pero sin duda la más conocida de todas
ellas es el “chaleco antibalas”, que desde su invención ha
salvado incontables vidas en todo el mundo.
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