El evento Carrington, que recibió el nombre del astrónomo inglés Richard
Carrington, fue un suceso acontecido en septiembre de 1859 a escala
global como consecuencia de una potente tormenta solar que produjo
una llamarada, también conocida como eyección de masa coronal, que
alcanzó la Tierra, creando auroras boreales que llegaron a verse en Madrid, Roma y hasta en países de latitudes tan bajas como Colombia y desencadenando fallos en
telégrafos de todo el mundo.
Una
eyección de masa coronal es una onda de radiación y viento solar
producida durante el período de máxima actividad solar. El Sol
convierte hidrógeno en helio mediante fusión nuclear en su núcleo,
creando energía a partir de la diferencia de masa. Esta energía es
transportada a las capas exteriores, menos densas, que empiezan a
bullir creando corrientes de gas calientes que llevan el calor a la
superficie.
Debido
a las altas temperaturas, los electrones de los átomos se encuentran
separados del núcleo, resultando en un conjunto de partículas
cargadas que conforma el denominado “plasma”. El movimiento de
estas partículas crea campos magnéticos, que en caso de alcanzar la
superficie solar en un punto donde también se ha dado la acumulación
de plasma, lleva a la formación de grandes arcos de fuego que alcanzan los cientos
de miles de kilómetros de longitud. Estos arcos pueden volverse inestables y
cuando lo hacen, pueden llegar a romperse, liberando toda la energía
en una eyección de masa coronal y lanzando partículas cargadas a
grandes velocidades.
Estas
eyecciones alcanzan la Tierra con frecuencia, pero la atmósfera nos
protege de ellas absorbiendo la radiación y desviando las partículas
por la magnetosfera (los campos magnéticos terrestres). Las auroras
boreales se originan a partir de la interacción de estas partículas
con los gases atmosféricos en altas latitudes.
No
obstante, eyecciones de masa coronal tan grandes como la de 1859
podrían deformar la magnetosfera terrestre, causando daños en los
sistemas electrónicos a nivel global. En aquella época, solo debían
preocuparse por los telégrafos, pero hoy en día un fenómeno como
aquel tendría consecuencias mucho más graves dada nuestra
dependencia de estos sistemas en casi cualquier aspecto de nuestra
vida diaria: los satélites de comunicación y navegación, el
suministro eléctrico y todo lo que de ello se deriva se verían gravemente afectados. En julio de
2012, nuestro planeta esquivó por solo unos días una de estas
grandes eyecciones.
Es por
ello que en los últimos años se han llevado a cabo numerosas
misiones para tratar de comprender mejor el comportamiento del Sol
como son Génesis, SOHO, Solar Orbiter o Solar Parker, con el fin de predecir fenómenos como las eyecciones y aprender a protegernos de ellos.
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